04 de octubre de 2009
Por Xavier Quirarte
Milenio
A Ute Lemper el tango le sienta de maravilla
Con maestría, Ute Lemper viajó del cabaret berlinés al tango de Piazzolla.
La cantante ofreció una travesía por las emociones. Foto: Fernando Aceves
Ute Lemper es como una de esas novelas de cabecera que, a pesar de que ya hemos leído varias veces, en cada lectura nos dicen algo nuevo. Volver a escuchar su voz es maravillarse, una vez más, ante la maestría con la que maneja las emociones y los estados de ánimo. En su viaje musical tienen espacio lo mismo el júbilo que la tristeza, el enojo o la melancolía, la risa o la indignación.
Con más de 25 años en la escena teatral y musical, ha conformado un repertorio que va de las canciones del cabaret alemán de entreguerras a la chanson francesa de autores como Jacques Brel o Boris Vian. Al paso de los años ha ido agregando composiciones de autores contemporáneos, como Philip Glass, Michael Nyman, Tom Waits y Elvis Costello, así como sus propias canciones, sobre todo a partir de su disco más reciente, Between Yesterday and Tomorrow (2008).
Para sus dos primeras presentaciones en el Voilá Acoustique, celebradas las noches de viernes y sábado, había expectativa por la inclusión del bandoneonista Tito Castro. Para darnos una idea de quién es este músico de sonido tan cautivador como su sonrisa, diremos que su bandoneón ha acompañado a Hugo del Carril, Libertad Lamarque, Mercedes Sosa, Plácido Domingo, Julio Boca y soundtracks de Hollywood. Lo suyo es el tango, como se escucha en sus propios discos y en sus colaboraciones con otros grupos.
Pero ¿Ute y el tango? ¿En español? La cantante inició con una historia del instrumento inventado para la Iglesia, pero desalojado de allí por el gran órgano que se sentía amenazado, para seguirlo en su viaje a Argentina, donde llegó como inmigrante en busca de una identidad nueva. Pero como la milonga era un ritmo muy rápido, encontró mejor acomodo en el tango, afirmó la cantante.
Lemper encontró su acomodo en el tango a través de “Los pájaros perdidos”, con letra de Mario Trejo y música de Astor Piazzolla, pero sobre todo en “Balada para mi muerte”, la portentosa pieza de Piazzolla al poema de Horacio Ferrer. “Moriré en Buenos Aires, será de madrugada,/guardaré mansamente las cosas de vivir,/mi pequeña poesía de adioses y de balas,/mi tabaco, mi tango, mi puñado de esplín.” El tango, corroboramos, le sienta bien. Cambio de capítulo: habla de Berlín y la celebración de los 20 años de la caída del muro, para luego ir más atrás, al Berlín de Kurt Weill, su diva Lotte Lenya y las canciones que ha hechos suyas. “Siempre tengo una maleta en Berlín”, dijo mientras nos asestaba una conmovedora versión de Lili Marlene al amparo del susurrante bandoneón. Armada de una boa roja, que ha viajado de cuerpo en cuerpo, desde Lenya hasta madame Calderón —chiste que fue muy celebrado—, desempeñó los papeles de vampiresa y de Sally Bowles en Cabaret, nos llevó al Berlín que tan bien conoce con canciones como La ópera de tres centavos, celebró la “Noche de ronda” de Agustín Lara y nos regaló un “Ne me quites pas” de Jacques Brel que cortó el aliento. ¿Alguien podía pedir más?
Fuente: Milenio •Xavier Quirarte