13 de octubre de 2009
El artista ofreció un canto intenso, con un sustento de musicalidad árabe y turca que pudo ser gozado por la mexicanidad reunida en la Alhóndiga
Velio Ortega Guanajuato
La brisa fresca que cubrió una tímida explanada de la Alhóndiga de Granaditas fue parte del escenario de la herencia árabe y europea, las inspiraciones en las voces dolorosas judaico-cristianas-musulmanas de una música con la que Ornar Faruk Tekbilek y su ensamble trajeron a la América tropical el espíritu del viejo mundo.
Noche de canto festivo y amoroso, de ese amor sufi, definido por el cantor como “conciencia colectiva para encontrar paz y armonía entre los seres”, noche de sábado, en un XXXVI Festival Internacional Cervantino que aún calienta motores, que aún espera sus mejores comuniones con su público.
El canto del ensamble embrujó a los que se atrevieron a desafiar el riesgo de lluvia fuerte y a los que no les asustó la turba de policías y soldados armados que hacen ver a la ciudad como un estado de sitio.
Kanun (Bahadir Sener). teclados (Chris Rosser), guitarra (Ariel Mann) y percusiones (Murat Tekbilek) ensamblaron con un Ornar que lo mismo ofreció ney, bagiama, percusiones, zurna y, sobre todo, su voz.
Así brotaron los “Yunus”, melodías sufi, donde Ornar mostró un amor divino que turbó la mente y exhibió el sufrimiento. Fue un canto intenso, con un sustento de musicalidad árabe y turca, a través de un europeísmo contemporáneo que pudo ser gozado gracias a la herencia española de la mexicanidad reunida en la Alhóndiga.
“Ogian Boyun”, una pieza zaherí, propia de la comunidad de ese nombre, ubicada en la orilla oeste del Mar Caspio, en el sur de Rusia, fue otra demostración de amor y arte de un oriente medio tan físicamente lejano y tan emocionalmente propio.
El trabajo del ensamble generó un asombro silenciador en amplios sectores de los asistentes. En coincidencia con la reseña oficial del festival, “lejos de la solemnidad y la seriedad, las melodías y los ritmos que surgían de cada instrumento telepáticamente conectado a otro eran un himno a la alegría, a la fiesta y a la música del mundo”.
Fue un espíritu que enlazaba el mundo árabe con el alma hispana; inspiraciones flamencas, cantos granadinos, cante jondo con raíz turca o canto turco con inspiración flamenco, ambas expresiones serían correctas.
Ornar Faruk proyectó con una personalidad seductora su mensaje de paz y armonía. Es un artista al que vale la pena ver. Su presencia es todavía más enriquecedora que su mensaje y lo evidenció con una comunión intensa durante los 90 minutos de su concierto.
“Laz”, pieza turca, festiva y penetrante como “la Danza del fuego”, hasta llegar a “Te amo”, canción de amor de Hasan Isakkut, himno al amor incondicional, a la promesa de amante de “no importa lo que pase, siempre te amaré”.
De la fiesta a la pasión, Ornar Faruk compenetraba su música en un público embebido, que se apropiaba de cada ejecución, lo mismo tradicionales como modernas, como lo hicieron con “Exaltación”, una pieza instrumental contemporánea.
Dieron ganas de bailar con “Hijaz Raks”, composición instrumental clásica de los treinta: y con “Shashkin”, una canción folklórica de amor se hizo una fiesta sobre el graderío, discreta y emotiva, en un momento, aludiendo a José Alfredo Jiménez, “alejado del bullicio…