26 de octubre de 2008
Por Luis Meza
La compañía coreográfica estadounidense deslumbra con su oficio corporal en su regreso al Cervantino.
¡El ilusionismo corporal y el atletismo coreográfico del Pilobolus Dance Theatre volvieron a conquistar al público del Festival Internacional Cervantino, del mismo modo, y con medio programa similar, con que lo hicieron hace Hartos!
La afamada agrupación estadounidense con nombre de hongo, fundada en 1971 y actualmente dirigida por Jonalhan Wolken, Michael Tracy y Robby Barnet, llenó el escenario del Auditorio del Estado con su deslumbrante trabajo físico, atlético y sugerente.
El programa traído por Piloboíus integró dos coreografías relativamente recientes: “Tsu ku tsu”, del 2000 y “Symbiosis”, del 2001; así como dos clásicos muy bien arraigados en el repertorio de la compañía desde hace más de dos décadas y que, de hecho, figuraron también en su programa del Cervantino de 1994: “Walklyndon” y “Day TW.
Pilobolus, orquestadores del célebre show de sombras con que se amenizó la entrega del Oscar el año pasado, abrió la noche, una de las más concurridas en el recinto del Pueblito de Rocha, con “Tsu ku tsu”, coreografía de Alison Chase con profunda influencia japonesa, tanto en la música de tambor de Leonard Eto, como en su atmósfera, a medio camino entre el butoh y el zen.
El inventario corporal del grupo afloró de inmediato: lentas contorsiones, apiñamientos humanos, extensiones imposibles y cargadas exorbitantes; en una refinadísima muestra de ingeniería atlética; una sinfonía física donde los músculos se configuraban en oníricas esculturas de carne y hueso.
*Symbiosis”, de Michael Tracy, siguió la misma tesitura plástico-acrobática, pero ahora en forma de un duelo intimista y sensual, protagonizado por Mark Fucik y Renée Jaworski; quienes lucían más romo un solo ente biológico, una suerte de organismo que florecía entre la penumbra y un collage musical misterioso y cacofónico donde cupieron desde Gcorge Crumb hasta Arvo Part.
Antes del intermedio, la compañía volteó hacia sus raíces y recreó “Walklyndon”, una de sus primeras coreografías, creación colectiva de sus fundadores Robby Barnctt, Lee Harris. Moses Pendleton (si, el de Momix) y Jonathan Wolken.
Se trata más de una pieza de teatro físico que de una danza Sin música de por medio, los integrantes pasean por el escenario vestidos con bodys amarrillos y calzoncillos de boxeador para crear una sucesión de eventos graciosos y sencillos, marcadamente clownescos: choques, tropezones y varias travesuras.
Tras la pausa. Pilobolus volvió a ofrecer en Guanajuato lo que bien podría ser su obra maestra: ‘Day Two”. Coreografía de 1980 también creada colectivamente, pero dirigida en aquellos días por Moses Pendleton, el hombre que poco después dejaría al grupo para crear su propia compañía, de estética muy similar: Momix.
La puesta a punto física de los números previos alcanza su culminación en este enorme fresco servido casi al desnudo por sus seis ejecutantes: una metáfora del surgimiento de la vida, aderezada con una atmósfera tribal y electrizante cortesía de la música de Brian Eno, David Byrne y Talking Heads.
Si la coreografía entusiasma en pleno 20O8, imagínese el pasmo de quienes vieron en 1980 a bailarines enlazándose en complicadas figuras y contorsiones, surgiendo triunfales debajo del piso de linóleo o deslizándose sobre el agua en el epílogo. Y es que como respondió alguna vez don Rubén González cuando sus músicos dijeron que ya habían tocado la misma canción en un concierto: “No importa. A la gente le gusta”.